Sangrado de digestivo alto: una visión clínica entre nosotros

 Sangrado de tubo digestivo alto

Una patología frecuente en los servicios de urgencias de nuestro país y el mundo


Introducción

La hemorragia digestiva alta (HDA) o superior, es una situación clínica que se presenta cuando existe una estructura sangrante que tiene como lugar el esófago, estómago o la primera porción del duodeno, teniendo como límites anatómicos el esfínter esofágico superior y el ligamento de Treitz. Este ligamento hace referencia a la unión entre el duodeno y el yeyuno que está marcada por el ligamento suspensorio del duodeno.

La hemorragia digestiva alta es más frecuente hasta por cinco veces, que la hemorragia digestiva baja. Actualmente esta patología es una causa importante de admisión hospitalaria y, a pesar de los avances médicos para su determinación y tratamiento, no se ha logrado mejorar la tasa de mortalidad (alrededor del 10%) en los pacientes (1).



La Hemorragia Digestiva Alta (HDA) ha sido catalogada como la principal emergencia gastroenterológica por su alta prevalencia, siendo en Estados Unidos de 50 a 172/100000 personas por año. La incidencia de esta condición clínica está reportada entre 34, 72 y 100/100 000 personas en España, Reino Unido y Malasia respectivamente. En Latinoamérica, específicamente en Perú y México la mortalidad es cercana al 9 y 4% respectivamente (1). 

Clasificación



¿Impacta en alguna población en específico?

La HDA se presenta mayoritariamente en personas de sexo masculino con una edad media de 60 años, y se estima que el 13,9% de pacientes que la presentan, resangran en los primeros siete días, pero dicha cifra asciende al 30% según la bibliografía estadounidense y británica (2).

Causas entre nosotros

La principal causa de hemorragia digestiva alta continúa siendo la úlcera péptica, encontrándose en segundo lugar la enfermedad variceal, la cual tiene una morbimortalidad mayor (Adaptada de Walls et al., 2017). 

Cuadro clínico

Depende de la intensidad de la hemorragia, las circunstancias clínicas, va desde el paciente asintomático, o con molestias inespecíficas por anemia tipo crónica, hasta el paciente con choque hipovolémico severo, que puede conducir a la muerte rápidamente (2). 

Después de interrogar los antecedentes el cuadro varia de acuerdo a la enfermedad de base, pero respecto a la hemorragia activa se encuentran las siguientes variables: 

A) Hemorragia crónica, cuando el paciente tiene un lesión que sangra el pequeña cantidad unos cuantos mililitros por hora o pero día, si el ritmo de la perdida de sangre es menor al ritmo de la reposición sanguínea, en esas condiciones el paciente referirá cansancio fácil, palidez, disnea de medianos esfuerzos, taquicardia, edema de miembros inferiores, anorexia etc.  

B) Cuando la hemorragia es de mayor cantidad se puede manifestar como hematemesis (vómitos de sangre) fresca o digerida, en pozos de café, seguida de evacuaciones melénicas (negras). Si la situación se prolonga por varios días, el paciente puede experimentar taquicardia, palidez y debilidad. Algunos pacientes solamente presentan las evacuaciones melénicas sin tener hematemesis (vómito con sangre), en espacial los que tiene una hemorragia del duodeno o más adelante.

C) En la hemorragia masiva, cuando se pierde más del 20% del volumen circulante, el paciente experimenta datos de choque hipovolémico como lo son la hipotensión arterial, taquicardia, palidez extrema, oliguria, lipotimias, palpitaciones, pudiendo llegar al estado de coma, además de la hematemesis. La melena o inclusive enterorragia.

D) En la hemorragia del tubo digestivo distal, el cuadro se presenta como evacuaciones de sangre fresca, de las características de las mismas, en especial si viene revuelta con el excremento, después de este, a goteo, o por fuera de las heces, nos orientan hacia la topografía de la hemorragia. Además de este cuadro clínico, cada una de las entidades que producen la hemorragia digestiva tiene su sintomatología propia, por ejemplo el paciente con una úlcera duodenal tendría un dolor rítmico y periódico, con sensación de hambre, el paciente con una enfermedad por reflujo, tendría pirosis, regurgitaciones, hipo, eructos, etcétera, antes de la hemorragia, el sujeto con una infección sistémica como la salmonelosis, tendrá un cuadro febril, etc.


Aproximación diagnóstica

Lo primera  en la evaluación de la hemorragia digestiva alta es considerar si realmente es un sangrado del tubo digestivo. Puede ser difícil diferenciar las causas del sangrado o incluso si realmente es sangre. Clásicamente, la deglución de sangre de una epistaxis o sangrado dental puede confundirse con sangrado digestivo; el consumo de bebidas de coloración roja (vino tinto) también puede causar este fenómeno. Asimismo, la ingesta de sulfato ferroso, pastillas de carbón activado y sustancias que contienen bismuto (ej.: peptobismol) pueden provocar cambios de coloración de las deposiciones, sugiriendo la presencia de melena en la historia o el tacto rectal. Por otro lado, la hemoptisis muchas veces es confundida con hematemesis. La exteriorización del sangrado posterior a tos, sangre roja brillante y de menor cuantía, debería hacer sospechar esto (3).

Es importante considerar que la presencia de rectorragia puede ser una manifestación de HDA en los casos de sangrado masivo dado que aumenta la motilidad intestinal e impide la digestión de la sangre en melena (Walls et al., 2017).

Historia clínica y su examen físico

El espectro de pacientes que se presenta en el servicio de urgencias y que finalmente se consigna una hemorragia digestiva alta es muy variado. El paciente con hematemesis activa y melena no ofrece un gran desafío diagnóstico, sin embargo, se debe considerar otras manifestaciones más sutiles (Srygley & Gerardo, 2012). La HDA se encuentra en el diagnóstico diferencial de varios síntomas cardinales como mareos, debilidad, síncope, dolor abdominal, disnea, dolor torácico y shock indiferenciado (3).

Conocer el contexto en que inician los síntomas y las características del paciente permite diferenciar distintas etiologías y cuantificar el riesgo. Es útil saber si existe historia de vómitos a repetición (desgarro de Mallory-Weiss o perforación esofágica); uso de AINEs o ingesta de cáusticos (lesiones erosivas en esófago y estómago). El antecedente de úlcera péptica previa, daño hepático crónico, consumo problemático de alcohol o incluso el antecedente de endoscopía digestiva alta previa nos permiten aumentar la sospecha de una lesión específica (úlcera, várices o gastritis erosiva) y así guiar el tratamiento (Walls et al., 2017). El antecedente de uso de anticoagulantes o de discrasias hematológicas que aumentan el riesgo de sangrado, resulta relevante al considerar en la elección de terapias en la reanimación y tratamiento posterior.

Del punto de vista semiológico, la melena se describe como deposiciones negras, de olor intenso, poca consistencia, incluso pastosas, frecuentes (varias veces al día), comportándose muchas veces como un cuadro diarreico. Esto, en contraposición a las deposiciones oscuras provocadas por el sulfato ferroso que son más duras y frecuentemente se asocian a constipación. La melena se asocia a pérdida importante de sangre pero puede verse hasta con volúmenes de 50 mL (Nable & Graham, 2016). Por otro lado, la pérdida masiva de sangre (>1000-1500 mL) puede manifestarse como rectorragia, situación que determina un paciente de mayor riesgo (Jensen & Machicado, 1988).

Uno de los aspectos más importantes de la historia es cuantificar el sangrado. Los pacientes tienden a sobreestimar la cantidad al preguntarles en forma de cuantos litros o “tazas”. Distinto caso es visualizar en el box de atención sangre fresca en la ropa, piso o en el contenedor de basura. Esta situación no genera duda y obliga a actuar de forma rápida. Muchas personas pueden relatar una historia sugerente de ortostatismo, sin embargo, la utilidad de obtener medidas de presión arterial o frecuencias cardíacas diferenciales según cambios de posición no tiene un buen rendimiento en la urgencia (Mcgee & Abernethy, 1999). Una aproximación útil es evaluar síntomas funcionales en relación a la cuantía del sangrado y anemia subyacente, tales como disnea, palpitaciones, cefalea, confusión, dolor torácico, palidez y extremidades frías (1).

El examen físico tiene que estar dirigido a buscar signos de shock y hallazgos que sugieran una causa. La taquicardia y taquipnea pueden ser signos precoces de shock, que no siempre se manifiesta con hipotensión. La alteración del estado de conciencia y mala perfusión cutánea pueden ser los únicos signo. Adultos mayores o usuarios de beta bloqueadores pueden presentarse con bradicardia.


La presencia de dolor abdominal, sobre todo si es severo y asociado a signos de irritación peritoneal, guían hacia perforación intestinal. Si existen signos de abdomen agudo, se debe considerar la exclusión de este diagnóstico previo a realizar la endoscopía (3).

El tacto rectal se debe realizar siempre, para confirmar la presencia de melena o rectorragia, en caso de que la historia no sea clara o el paciente no presente hematemesis. Sin embargo, la ausencia de melena o rectorragia no descarta una hemorragia digestiva. Si bien la inspección y el tacto pueden orientar a fuentes de un sangrado perianal cuando un paciente se presenta con rectorragia (hemorroides o fisuras), estos hallazgos no deben distraer la búsqueda de una causa de hemorragia digestiva alta o baja potencialmente grave (DeLaney & Greene, 2015).

Hallazgos de laboratorio

En todo paciente evaluado por HDA debe solicitarse
- biometría hemática
- Creatinina
- BUN
- Tiempos de coagulación
- Perfil hepático
- Pruebas de compatibilidad sanguínea Rh y ABO

El uso de hemoglobina/hematocrito para determinar la presencia y gravedad de la anemia tiene algunas consideraciones importantes. En la fase hiperaguda del sangrado puede no haber cambios bruscos de estos valores. Se requieren hasta 24 horas para permitir la hemodilución en el intravascular, ya sea por la ingesta de agua o administración de cristaloides (Nable & Graham, 2016). Pacientes graves e inestables, con hematemesis masiva pueden tener inicialmente niveles de hemoglobina/hematocrito normales (Mihata et al., 2013).

Varios parámetros metabólicos son de utilidad para la toma de decisiones. El índice BUN/Creatinina >32 es indicativo de hemorragia por sobre el ligamento de Treitz (LR+ 7,5) (Nable & Graham, 2016). Esto se explicaría por un aumento significativo de nitrógeno ureico en sangre secundario a la digestión de la hemoglobina y reabsorción de productos nitrogenados derivados de ésta (DeLaney & Greene, 2015).

También se debe evaluar el estado de función hepática, idealmente con el score MELD para determinar la posibilidad de daño hepático y junto a la sospecha en la historia y examen físico aumentar la posibilidad de considerar una hemorragia variceal. Instrumentos descritos como el score discriminante de cirrosis de Bonacini (requiere niveles de plaquetas, GPT/GOT e INR), tiene un LR positivo de 13 con más de 8 puntos (IC 95% 2,4-72) y un LR negativo de 0,3 con menos de 3 puntos (IC 95% 0,1-0,5) para cirrosis hepática (Udell et al., 2012).

Tratamiento

Todo paciente que consulta por síntomas sugerentes de HDA debe ser evaluado de forma ordenada y sistemática, considerando la posibilidad de compromiso hemodinámico y potencial deterioro en los próximos minutos a horas.

En la mayoría de los pacientes que ingresan con hematemesis o signos de sangrado activo, éste cede espontáneamente, lo que nos da tiempo de completar la evaluación secundaria antes de tomar decisiones terapéuticas (80% de las úlceras pépticas que sangran ceden sin intervención y no recurren (Laine, 2016)). Sin embargo, los pacientes que ingresan con claros signos de shock, requieren acciones primarias a la brevedad.

Un paciente que ingresa con sangrado activo (hematemesis, rectorragia, shock) requiere medidas de reanimación inmediatas como permeabilizar 2 vías venosas gruesas (mínimo 18 G), monitorizar, completar la evaluación primaria con especial énfasis en la evaluación de la perfusión y tomar muestras de sangre que podrán orientar el tratamiento posterior (grupo ABO y Rh, hematocrito, plaquetas, INR, gases venosos y lactato). La rápida movilización de recursos como la activación del banco de sangre y dar aviso al equipo de endoscopía o cirugía son necesarios en casos de sangrado masivo, dado que la terapia médica aislada en estos casos no será suficiente para lograr la hemostasia (3).

Referencias

Cuartas Agudelo, Y. S., & Martínez Sánchez, L. M. (2020). Aspectos clínicos y etiológicos de la hemorragia digestiva alta y sus escalas de evaluación. Revista médicas UIS33(3). https://doi.org/10.18273/revmed.v33n3-2020001



(S/f). Gob.mx. Recuperado el 18 de septiembre de 2024, de https://hgm.salud.gob.mx/descargas/pdf/area_medica/gastro/hemorragia_gastrointestinal.pdf


(S/f). Recuperado el 18 de septiembre de 2024, de http://file:///C:/Users/karla/Downloads/pcasane,+5-1356(24-34).pdf


















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